Llamamiento a la acción de los gobiernos europeos y sus institutos de financiación para el desarrollo

El Covid-19 ha llegado a África. Los gobiernos han paralizado el día a día habitual. El FMI, el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo y sus donantes han dado un paso al frente en la lucha contra el virus con la creación de mecanismos financieros para respaldar a los gobiernos del continente necesitados de capital. Se trata de una medida necesaria y urgente.

África se está enfrentando ya a una recesión enorme, quizá incluso peor que la vivida en Europa. Algunos cálculos apuntan a que se podrían haber perdido 20 millones de puestos de trabajo. Mucho va a depender de lo rápido y enérgicamente que actuemos. La pérdida de puestos de trabajo y la miseria resultante multiplicarán el número de fallecidos a causa de la enfermedad. En Europa, la reacción nacional de los gobiernos se ha centrado en afrontar la amenaza catastrófica para la salud y la vida al tiempo que abrían líneas de crédito prácticamente ilimitadas para abordar la amenaza existencial que supone la paralización económica para las empresas. La mayoría de los gobiernos africanos no cuentan con margen de maniobra presupuestaria suficiente para responder de esta forma y, en los países con ingresos más bajos, el 90% del empleo se encuentra en el sector privado. Para los pobres, que a menudo ejercen empleos vulnerables y con sueldos bajos, el futuro es aciago. Mujeres y niñas se ven afectadas de forma desproporcionada.

Las empresas del sector formal son fundamentales para la prosperidad y África ya tiene una desesperante escasez de las mismas. Estas empresas pueden organizar a los trabajadores para aprovechar economías de escala y especialización y recabar medios financieros para la inversión. El inmenso golpe adverso que ha sufrido África está llevando a muchas de estas empresas a la bancarrota, lo que supondría una gran pérdida de capital organizativo para sus sociedades. Dado que el capital financiero está saliendo del continente y los gobiernos carecen de los medios financieros y de los vínculos organizativos para ofrecer financiación informada a las empresas, las instituciones de financiación para el desarrollo (IFD) son elementos clave en el frente de batalla para protegerlas. Las instituciones europeas mejor preparadas para ayudar al sector privado africano son las IFD. Existen 15 IFD en Europa: instituciones dirigidas por un gobierno o con su apoyo que fomentan el desarrollo del sector privado. Han invertido 15.000 millones de euros en África, han llegado a miles de empresas y ya han financiado a muchos bancos que operan a lo largo y ancho del continente.

África necesita una respuesta política de gran alcance y exhaustiva similar a la aplicada en las economías de la OCDE, incluidas medidas y acciones de apoyo al empleo para evitar que las empresas existentes se vean abocadas a un cierre inmediato. En caso contrario, el Covid-19 hará retroceder más de una década el desarrollo del continente. Si bien algunos donantes internacionales ya han anunciado el apoyo que prestarán a algunos estados africanos, dicho apoyo se centra principalmente en el sector público, mientras que sigue faltando una respuesta enérgica en apoyo del sector privado y del empleo, los cuales se enfrentan a una catástrofe sin precedentes. El sector privado de África desempeña un papel enorme en la creación de empleo en comparación con economías más desarrolladas. Cuando incluso las empresas más grandes y rentables de economías pudientes necesitan ayuda para mantenerse a flote, los apuros de las empresas africanas, que sufren una escasez crónica de crédito y liquidez incluso en épocas de estabilidad, es mucho peor. A menos que se haga algo rápidamente, muchas empresas rentables y productivas desaparecerán y borrarán de un plumazo años de crecimiento del empleo y de desarrollo económico impulsado por la empresa privada.

Con gran acierto, las IFD han adoptado medidas urgentes para proteger a los trabajadores y han puesto en marcha planes para satisfacer las necesidades inmediatas de los clientes. Sin embargo, las IFD deben también evaluar la situación en África y la respuesta necesaria a medio y largo plazo hasta que se haya erradicado el virus. Las IFD deben actuar de forma anticíclica en un momento en el que los flujos de financiación privada se han detenido súbitamente y deben llevar de vuelta a otros inversores a los mercados africanos una vez superada la crisis. Para ello necesitarán ayuda. La mayor parte de las IFD cuentan con cierto margen en sus cuentas para responder, pero a menudo no suficiente para actuar de forma anticíclica en épocas de incertidumbre elevada. Requieren una combinación de distribución de riesgos, capital y una nueva flexibilidad para responder más allá de su capacidad en la actual situación de tensión de los mercados. Las IFD deben presentar esta causa a sus consejos de administración y realizar propuestas para ofrecer una respuesta más sólida a esta crisis.

Resulta aún más importante si cabe que los gobiernos, en calidad de propietarios de las IFD y a través de sus agencias donantes, adopten pasos para reforzar la capacidad de respuesta de las IFD. Los gobiernos deberían inyectar capital y ampliar los programas de distribución de riesgos para las IFD europeas, al tiempo que pongan más financiación a disposición de empresas africanas en concepto de asistencia técnica. Las IFD son las instituciones europeas mejor situadas para prestar una ayuda rauda al sector privado de países vulnerables por medio de líneas de crédito de emergencia para clientes institucionales antes de que sea demasiado tarde: esto es algo que ninguna otra institución puede. Hacerlo no solo resulta una obligación moral, sino que también beneficia a Europa a largo plazo, ya que una intervención temprana podría incitar una transformación de las economías africanas y alterar radicalmente sus trayectorias de desarrollo hacia un modelo económico más inclusivo y sostenible. Una respuesta decidida facilitará que las economías africanas repunten tras la crisis.

European Development Finance Institutions (EDFI)

Firmantes:

José Antonio Alonso, Profesor de Economía Aplicada, Universidad Complutense de Madrid (España);Erik Berglöf, Profesor y Director del Instituto de Asuntos Globales, LSE; Paul Collier, Profesor de Economía y Política Pública, Universidad de Oxford (Reino Unido; Alexander De Croo, Viceprimer Ministro y Ministro de Finanzas y Cooperación para el Desarrollo (Bélgica); Guilherme D’Oliveira Martins, antiguo diputado, Ministro de la Presidencia y Ministro de Finanzas (Portugal); Stephany J. Griffith-Jones, Director del programa de Mercados Financieros, Universidad de Columbia; Nanno Kleiterp, Presidente Honorífico de EDFI (Países Bajos); Norbert Kloppenburg, antiguo miembro del consejo de administración de KfW (Alemania); Bert Koenders, antiguo Ministro de Asuntos Exteriores(Países Bajos); Benoit Leguet, Director General de I4CE, Instituto de Economía Climática (Francia); Mogens Lykketoft,ex ministro, portavoz, Presidente de UNGA(Dinamarca); Kanini Mutooni, Director Ejecutivo, Toniic Institute; Franco Passacantando, profesor emérito de la Escuela Europea de Política Económica LUISS de Roma (Italoa); Johann Schneider-Ammann, ex Presidente (Confederación Suiza); Erik Solheim, ex Ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Internacional (Noruega); Vera Songwe, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para África de las Naciones Unidas; Lars Thunell, antiguo Director General de IFC (Suecia); Erkki Tuomioja, diputado, ex Ministro de Asuntos Exteriores (Finlandia); Bruno Wenn, Presidente de EDFI (Alemania); Thomas Wieser, Presidente del Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre la Arquitectura financiera europea para el desarrollo (Austria).

Fuente: European Development Finance Institutions (EDFI)

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