La sucesión intergeneracional es uno de los mayores retos que afrontan las empresas familiares. Así lo reconocen ellas mismas individualmente y a través de entidades como el Instituto de la Empresa Familiar (IEF) y las Asociaciones Territoriales de Empresa Familiar. Todos están de acuerdo en que la sucesión debe ocupar una de las partes fundamentales del protocolo familiar para planificar y gestionar la continuidad de la empresa.

A pesar de este reconocimiento generalizado de la importancia de estructurar la sucesión con antelación, la última encuesta de Sigma 2 llevada a cabo entre las empresas familiares españolas apunta a que, mientras que el 55% de las 851 empresas que pertenecen a la red del IEF y de las asociaciones territoriales cuentan con un protocolo familiar y/o plan de sucesión, tan solo el 16% de las 2.390 empresas familiares no asociadas encuestadas tienen protocolo familiar y apenas un 12% cuentan con plan de sucesión. En lo que respecta al consejo de familia, un 50% de las empresas asociadas cuentan con este órgano de gobierno para la toma de decisiones, mientras que tan solo el 26% de las empresas externas lo tienen.

Cada vez más empresas familiares organizan su sucesión generacional

Y sin embargo estos porcentajes muestran una mejora significativa en los últimos años. El estudio Empresa Familiar 2015 mostraba que sólo el 8,9% de empresas familiares contaba con protocolo familiar, mientras que en el informe Factores de Competitividad de la Empresa Familiar de 2018 el porcentaje era del 11,3%.

El protocolo familiar

En lo que respecta a la planificación del proceso de sucesión, el Instituto de la Empresa Familiar y las Asociaciones Territoriales de Empresa Familiar han impulsado entre sus socios el uso del protocolo familiar con los objetivos de:

  • Definir el acceso de los miembros de la familia a la gestión de la empresa;
  • Regula las relaciones entre la familia y la empresa;
  • Prever la sucesión de los fundadores y de las distintas generaciones para garantizar la continuidad de la empresa.

De manera adicional, el protocolo familiar es un documento que permite articular la organización de la empresa familiar en múltiples niveles. Por ejemplo, crear la asamblea y el consejo de familia, determinar la información que es preciso suministrar a los grupos familiares, definir interlocutores a nivel de grupo familiar con los gestores, perfilar políticas de dividendos y de financiación en relación con los miembros de la familia o crear fondos internos de autofinanciación para situaciones puntuales.

El plan de sucesión

Por su parte, el plan de sucesión se centra exclusivamente en lograr una transición generacional ordenada dentro de la familia empresaria. Esto implica muchas cuestiones:

  • Concretar los requisitos que debe cumplir el sucesor, como la pertenencia a la familia, la experiencia, la formación…
  • Establecer el proceso de preparación del sucesor;
  • Especificar las responsabilidades del líder saliente;
  • Regular la relación con los inversores;
  • Etc.

No tener un plan de sucesión puede provocar el fin de una empresa familiar

Las empresas familiares son cada vez más conscientes de la importancia que tiene prever un relevo generacional ordenado no solo en la cúspide de la empresa, sino también en todas las posiciones clave. En la práctica, contar con un plan de sucesión o carecer de él y optar por ejemplo por un testamento estándar puede marcar la diferencia entre que la empresa perdure de generación en generación o que se extinga con el retiro de su fundador. Esta es sin duda una de las razones por las que apenas un 30% de las empresas familiares pasan a la segunda generación.

Por Manuel Urrutia

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