La apuesta de Europa por el hidrógeno es firme. Europa ve en el hidrógeno una solución para garantizar la seguridad energética, incrementar la competitividad de su industria y mantener el liderazgo en los esfuerzos de descarbonización. En 2020 se adoptó la Estrategia Europea del Hidrógeno, que ya marcaba el objetivo de alcanzar en 2030, 10 millones de toneladas de demanda de hidrógeno renovable en la Unión. Para poner esta cifra en perspectiva, esta producción esperada de hidrógeno verde en 2030 es equivalente a la totalidad del hidrógeno producido hoy en día en Europa a través de cualquier método.

La crisis energética derivada de la invasión de Ucrania, que ha provocado una extrema volatilidad en el precio del gas natural, ha acelerado la adopción europea del hidrógeno a través del paquete de medidas REPowerEU, que complementa y amplía las ambiciones europeas con respecto al hidrógeno, hasta doblar el objetivo anteriormente marcado en la estrategia. Siguiendo esta tendencia, también la inversión privada en tecnologías relacionadas con el hidrógeno ha crecido significativamente en los últimos años. En 2022, la inversión de capital riesgo a nivel global en el sector del hidrógeno fue cercana a 2.600 millones de dólares, un 13% y un 225% superior a la presentada respectivamente en 2021 y 2020, de acuerdo con la base de datos de Pitchbook. Dentro de esta tendencia se encuentra el vehículo Next Technology Ventures II, segundo fondo de Axon dentro de la vertical de transición energética.

El hidrógeno es un elemento abundante en nuestro entorno, aunque no se encuentra en su forma pura y debe producirse. El método convencional para producir hidrógeno consiste en separarlo del gas natural. Este proceso es muy intensivo en carbono y emite alrededor de 9 kilos de CO2 por kilo de hidrógeno producido, por lo que, en un año, esta producción genera, a nivel global, una cantidad de emisiones equivalentes a las del sector de la aviación. También puede producirse a partir de carbón, pero este proceso es hasta dos veces más contaminante que el del gas natural. La alternativa es producir el hidrógeno a partir del agua, mediante el proceso conocido como electrólisis. La electrólisis del agua consiste, de manera muy simplificada, en hacer pasar una corriente eléctrica por el agua, separando las moléculas de hidrógeno y oxígeno que la conforman. Este proceso, si se alimenta con electricidad renovable, daría un hidrógeno con una huella de carbono reducida, que se conoce como hidrógeno verde.

El potencial del hidrógeno verde o renovable para descarbonizar diferentes sectores de la economía es bien conocido, con numerosos estudios mostrando que puede llegar a ser una solución costo-eficiente y escalable. Este es uno de los motivos por los que desde Axon se ve un gran potencial en el fabricante italiano de electrolizadores ErreDue, razón por la cual Axon fue el inversor ancla en su reciente salida a bolsa en el Euronext Growth Milan. En este contexto, el hidrógeno puede ser la solución para descarbonizar aquellos usos energéticos donde la electrificación directa no es la mejor solución.

No obstante, si bien el hidrógeno puede producirse con una huella de carbono reducida combinando la electrólisis del agua y la electricidad de origen renovable, es importante poder garantizar que esto es así. De nada sirve conectar un electrolizador a la red eléctrica en momentos en los que la electricidad sea generada a base de gas natural o carbón. Tampoco basta con conectar un electrolizador a la red eléctrica y comprar electricidad de origen renovable, esta debe producirse en el momento de su uso. Si no se da una correlación temporal que garantice que la electricidad alimentada al electrolizador provenga de origen renovable ese hidrógeno no se podrá definir como hidrógeno verde. Para garantizarlo, es fundamental definir qué es considerado hidrógeno verde o renovable y qué no lo es. Es en este contexto en el que la Comisión Europea publicó el pasado 14 de febrero el Acto Delegado para regular este hecho.

Uno de los aspectos más relevantes respecto a esta norma, es que se debe garantizar la correlación temporal entre el origen de la electricidad utilizada y el hidrógeno producido. Esta correlación deberá ser certificada hora a hora a partir de 2030, mientras que hasta entonces bastará solo con que sea mensual. Otro aspecto relevante presente en la norma es el requisito de adicionalidad, que requiere que los proyectos renovables dedicados a la producción de hidrógeno no desplacen otros usos de la electricidad existentes. Este requisito hace que, a partir de 2028, los productores de hidrógeno deban probar que la electricidad limpia que alimenta a sus electrolizadores provenga de proyectos renovables puestos en operación en los últimos 36 meses. La intención de esta medida es clara: que no afecte de forma negativa a la electrificación de otros sectores donde el uso de la electricidad es más eficiente, en favor de la producción del hidrógeno verde.

Existe una excepción a este principio de adicionalidad, y es que no será necesario en aquellos casos en los que el electrolizador esté conectado a una red eléctrica con una intensidad en carbono menor de 18 gCO2/MJ. Esto beneficia a regiones con una gran capacidad instalada renovable, como lo serán la mayoría de los países europeos a finales de esta década. No sólo eso, aquellos países que cuentan con una gran capacidad nuclear instalada -Francia o Suecia-, también se verán beneficiados por este aspecto, ya que cuentan con una matriz energética con una huella de carbono reducida gracias a esta fuente de energía.

Estas normas son necesarias para garantizar que el hidrógeno tenga una aportación positiva a la descarbonización de la economía europea, a la vez que disipan muchas de las dudas normativas existentes y traen certezas regulatorias que contribuirán a dar forma al mercado del hidrógeno verde y ayudar a que muchos proyectos de hidrógeno avancen hasta la decisión final de inversión. No obstante, también se debe notar que muchos de estos requisitos, si bien son factibles de cumplir, inevitablemente encarecerán los proyectos de hidrógeno verde. Especialmente la requerida correlación temporal tendrá un impacto muy relevante sobre el coste del hidrógeno producido. Un encarecimiento de los proyectos limitará el número de aquellos que pueden llegar a ser subvencionados con los fondos europeos para tal fin y muy posiblemente ralentizará la adopción del hidrógeno. Queda por ver como la regulación europea se comparará con la que se desarrolle en otras regiones, y cómo como consecuencia de ello se ve afectada la competitividad del hidrógeno Europeo. En general, no queda claro cómo esta nueva regulación tan exigente para el hidrógeno verde está alineada con la consecución de los muy ambiciosos objetivos marcados a nivel europeo.

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