La irrupción de iniciativas inspiradas en la denominada economía colaborativa ha hecho saltar las costuras de un sistema de relación entre productor de bienes y servicios y consumidor que parecía inamovible. “No se puede pensar que,con una tecnología que da saltos de gigante cada cinco años, la forma de alojarnos o de movernos iba a ser igual que hace cincuenta años”, resume Albert Cañigueral,experto en economía colaborativa.

Con toda probabilidad, el alojamiento y el transporte de pasajeros son de los sectores que en mayor medida han vivido este tsunami. Justamente unos ámbitos donde la regulación, reconocen los expertos, es tan detallada por ejemplo en España que “lleva incluso al absurdo”. En movilidad, el empuje de Uber en todo el mundo ha sido impresionante. Esta plataforma que permite el contacto entre usuarios y conductores independientes está en pleno proceso de expansión y, en buena parte de los casos, su llegada acostumbra a ir acompañada de tensiones con colectivos como el de los taxistas.

La falta de encaje en el marco económico legal existente (no sólo por la actividad en sí,sino también porc uestiones como la situación laboral de los conductores) se ha acabado dirimiendo desde hace un tiempo en los tribunales: de California a México,de Londres a Madrid o Barcelona. Con resoluciones en uno y otro sentido. Así, desde finales del 2014,unademandadelostaxistasmadrileños supuso la suspensión cautelar de su servicio en las ciudades españolas.

El impacto de esta medida tan contundente ha alentado con toda probabilidad las demandas contra otras plataformas tecnológicas de movilidad, que insisten en desmarcarse del modelo de negocio de Uber, pero que al igual que la popular compañía norteamericana se enfrentan ahora a un cese cautelar de su funcionamiento. Hace unas semanas le tocó el turno a la plataforma para compartir trayectos interurbanos en coche Blablacar –están a la espera del pronunciamiento del juez sobre la petición de suspensión presentada por la patronal de los autobuses– y, el próximo 4 de noviembre, la empresa de alquiler de vehículos con conductor Cabify se enfrenta a una vista judicial para dirimir medidas preventivas del mismo cariz –la demanda parte de la Federación Profesional del Taxi de Madrid–. En los tres casos, taxistas y empresas de autobuses les acusan de competencia desleal y consideran que no se ajustan a la normativa vigente.

Mientras un río de contenciosos está e nmanos de los jueces y se convierte en una patata caliente para las distintas administraciones, estos modelos nacidos al calor de la idea de compartir no dejan de crecer, con la expansión de internet, las tecnologías de la información y el móvil, así como el cambio de mentalidad de los consumidores.

Jaime Rodríguez de Santiago, director general de Blablacar en España, destaca cómo se está modificando el concepto del coche, “uno de los recursos a los que dedicamos más dineroy usamos menos tiempo.El 95% del tiempo están parados y de media, en Europa, la ocupación es de 1,7 personas”. Al empezar a pensar en términos de uso y no de posesión, defiende, no sólo nacen propuestas para aprovechar plazas libres u ofrecer recorridos interurbanos con un vehículo particular, sino otras que ofrecen alquiler del coche a otro particular cuando no tienes previsto usarloo usar un coche por horas que se puede devolver en cualquier punto de la ciudad.

Blablacar - UNA OFERTA NUEVA Y HETEROGÉNEA - COMPARTIR GASTOS - 20 millones de usuarios

De origen francés, Blablacar es una plataforma on line que pone en contacto a personas interesadas en viajar por un precio reducido con propietarios de coches que ofrecen unas plazas en su vehículo con la intención de compartir los costes de un determinado trayecto en un día concreto. Como otras plataformas, comenzando por Uber, cobran una comisión por gastos de gestión para los viajes de más de 100 kilómetros. Llegó a España en el 2010 y en la actualidad cuenta con más de 2,5 millones de usuarios registrados. Blablacar ya opera en 19 países, en su inmensa mayoría europeos. Los responsables de la empresa han defendido ante el juzgado de Madrid –aseguran que es el único contencioso con la justicia– que son una “red social”. Esta plataforma especializada en trayectos interurbanos facilita un millón de viajes al año entre puntos muy diferentes de España. Según Blablacar, los 10 trayectos más frecuentes representan un 3% de los que publican.

Cabify - CONDUCTORES CON LICENCIA - Un negocio que crece un 20% al mes

Esta startup española de alquiler económico de coches con conductor, especializada en ofrecer sus servicios a empresas, cerró hace sólo unos días una ronda de financiación por 10,9 millones de euros. En total, desde su fundación en el 2011 ha recibido financiación por 24 millones de euros de fondos de inversión. Cabify cuentan con 500.000 usuarios en las 14 ciudades en las que funciona (Madrid, Barcelona, A Coruña, Málaga, Valencia, Bilbao, Vitoria, Tenerife, Santiago de Chile, Lima, Bogotá,México D.F., QuerétaroyMonterrey), de las que más de 150.000 están en España. Entre sus planes inmediatos figura seguir expandiéndose en América Latina. La empresa trabaja medio millár de conductores que tienen una autorización de arrendamiento de vehículos VTC. Según información facilitada por la empresa en julio, el negocio está creciendo a un ritmo de negocio del 20% y su oferta más económica, Cabify Lite, que funciona en Madrid y Valencia, representa el 85% de la facturación total.

Uber - LÍDERES - En 339 ciudades de 59 países

Uber es una plataforma tecnológica de origen estadounidense y fundada en el año 2009 con el objetivo de “transformar la manera en la que las personas se mueven, trabajan y viven en sus ciudades”.Ya tiene presencia en 339 ciudades en 59 países. Uber asegura tener una plantilla global de más de 4.000 trabajadores (no tienen en cuenta los conductores que ofrecen sus servicios en la plataforma). Ofrece a los usuarios la posibilidad de pedir un coche y pagar mediante una aplicación en el móvil.Presume de claridad en las tarifas (por kilómetro) y de no tener costes adicionales. Los conductores, sometidos a las valoraciones públicas de los usuarios, son personas dispuestas a dedicar parte de su tiempo a realizar trayectos urbanos con su vehículo.Con el tiempo su oferta ha ido creciendo ( coches de altagama,coches de gran capacidad, furgonetas, entrega de paquetería...). En España,después de lasuspensión judicial de su actividad de transporte,han puesto en marcha en Barcelona UberEats, un servicio de entrega“ en pocos minutos” de comida.

Gerard Costa, profesor del departamento de Marketing de Esade, recuerda además que el sistema de transporte de viajeros “es poco práctico y ha sido muy criticado por los consumidores”. A ello hay que añadir una generación de jóvenes milennial “acostumbrados a consumir y compartir su experiencia en comunidad”, junto a plataformas tecnológicas que lo permiten. En su opinión: “el fenómeno es imparable, porque tienen el apoyo de los consumidores. Si no funciona con Uber, funcionará Blablacar o acabará apareciendo un nuevo actor”. Por ello se suma a los expertos consultados que admite la necesidad insalvable de adaptar la normativa para regular la seguridad, el régimenfiscal o los estándares mínimos de calidad del servicio.

En cuanto a cambios legislativos, los pasos dados en España son bastante tímidos. Ni el Gobierno central ni el partido mayoritario en el Parlamento, que acaba de echar el cierre de la legislatura, han mostrado interés alguno por la cuestión. Mientras, el Parlament de Catalunya tiene pendiente desarrollar la regulación de aspectos clave de la economía colaborativa, siguiendo las conclusiones elaboradas por una comisión creada a tal efecto. En paralelo, en octubre del 2014, la Comisión Nacional para los Mercados y la Competencia (CNMC) decidió realizar un informe y abrir una consulta pública sobre los “nuevos modelos de prestación de servicios planteados por la tecnología de la información”, con especial atención precisamente al transporte de viajeros por carretera y el alojamiento vacacional. Aunque aún no han publicado sus conclusiones –aseguran que estarán listas antes de que acabe el año–, desde el organismo aseguran que las recomendaciones buscarán, siempre que se garantice la competencia, sacar “el máximo provecho de las posibles ventajas para el consumidor”.

María Sobrino, subdirectora de estudios de la CNMC, señala que en España a diferencia de otros países hay una tendencia de las administraciones “a establecer medidas que no son ni necesarias ni proporcionadas”. “La CNMC fue el primer organismo regulador en abrir a consulta pública el estudio de la economía colaborativa.En los últimos meses también lo ha hecho Estados Unidos y la Comisión Europea acaba de sacar así mismo una consulta pública sobre las plataformas digitales”.

Cañigueral, miembro de la comunidad internacional de economía colaborativa Ouishare, considera más probable que el nuevo marco normativo que haga posible el encaje de estas nuevas iniciativas serán de carácter comunitario y de las ciudades. “Creo que Bruselas acabará regulando unas actividades que se desarrollan en el mercado único digital europeo y grandes ciudades seguirán el camino que ya lidera Amsterdam y le siguen otras grandes urbes como París”. Además, habla de “propuestas temporales” que demuestren la eficacia de la regulación en sectores tan complejos.

El debate sigue abierto. El BOE y las publicaciones del resto de las administraciones continúan esperando una respuesta.

LO QUE VIENE - Grandes expectativas, algunas dudas

Los beneficios de la economía colaborativa se pueden multiplicar por 20 en una década

Más allá del debate sobre la oportunidad de etiquetar bajo la vitola de economía colaborativa estos nuevos modelos de negocio impulsados por la tecnología que ponen en contacto, de forma masiva, a pequeños productores de servicios y consumidores, resulta evidente que se están desarrollando con una rapidez inusitada.Un reciente informe de la consultora PWC sobre este tipo de economía basada en compartir estimó que sus cinco sectores clave – entre los que se encuentran obviamente las actividades relacionadas con los viajes y el coche compartido– tienen un enorme potencial para incrementar los beneficios: calculan que pueden pasar de los 13.600 millones de euros de ganancias en la actualidad a los alrededor de 305.000 millones en el 2025. Es decir, esperan que se multipliquen por 22 en tan sólo diez años.

El caso de Uber resulta paradigmático. En julio de este año fue valorada en más de 46.000 millones de euros, una cifra que supera la capitalización, por ejemplo, de las principales compañías aéreas norteamericanas.Y todo ello sin contar con una flota de vehículos ni un ejército de conductores en plantilla (algunos ya han acudido a los tribunales para pedir que se les considere como trabajadores contratados). Esta semana su director ejecutivo, Travis Kalanick, aseguró que ya tienen el 30% de los trayectos de este tipo que se realizan en China. Para subrayar su interés por el mercado chino, explicó que en los próximos doce meses tienen previsto entrar en cien ciudades más del gigante asiático. Y mientras, persisten los rumores sobre la posibilidad de que Uber comenzara a cotizar en bolsa.

Es una muestra de que el apetito y el interés están ahí, pero también hay voces críticas que cuestionan que estas iniciativas apenas generan “más riqueza” y corren el riesgo de solidificar estructuras basadas en la precariedad. Fuentes consultadas coinciden en señalar la dificultad para tener información contrastada y fehaciente sobre el impacto en la economía de estos modelos de negocio emergentes, reconociendo la necesidad de crear nuevas herramientas para medir esta nueva realidad.

En la parte del consumidor, también se reflejan la consolidación de un cambio cultural vinculado con la riqueza, el estatus y el propio acto de consumir. El citado informe de PWC destaca la pérdida de tirón del hecho de comprar, de poseer determinados bienes: sólo la mitad de los encuestados se mostraba de acuerdo con la idea de que “poseer cosas es una buena forma para mostrar mi status social”. Acceder a disponer de un coche, de una canción, sobre todo para los milennials( de los 20 a los 34 años), se considera una nueva forma de ‘propiedad’. Y todo espoleado por el avance de la tecnología.

El fenómeno sigue avanzado y, para Albert Cañigueral,su expansión en los próximos años tendrá que ver también con otros sectores como las finanzas (préstamos entre particulares, crowdfunding...), los seguros, la educación (cursos abiertos entre pares) o la sanidad (colaboración entre pacientes).

Por Alicia Rodríguez de Paz / La Vanguardia

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