Sabida es la importancia que tiene la empresa familiar en la actividad económica de España. Los datos son abrumadores: más del ochenta por ciento de las empresas españolas son familiares y se estima que el número de ellas puede superar los dos millones. Las cifras de sus aportaciones al PIB y al empleo, tanto en España como en la comunidad Foral de Navarra, están en línea con este protagonismo. Así, no es aventurado afirmar que las empresas familiares constituyen una fuente de creación de riqueza de capital importancia.

Muchas son las definiciones de empresa familiar, pero todas convergen en que la mayoría del capital pertenece a una familia; que uno o más miembros de la familia participa en el gobierno de la empresa; y que la continuidad generacional en la propiedad de la empresa es un objetivo irrenunciable. Es esta continuidad generacional lo que hace que una empresa conserve su naturaleza de familiar. La transición generacional es fundamental y debe ser afrontada con las cautelas suficientes.

Cada vez es más habitual que las familias empresarias se involucren y comprometan para afrontar un proceso denominado “protocolo familiar”. Dentro de este proceso se reflexiona sobre aspectos tales como la protección del patrimonio empresarial familiar, las condiciones para trabajar en la empresa, la sucesión en la propiedad, la gobernanza de la familia y de la empresa, los valores de la familia y de la empresa, la gestión de los conflictos y muchos otros dirigidos a la conservación de la empresa familiar. Un proceso de sucesión debe afrontarse desde el compromiso y la sinceridad hacia el proyecto empresarial común.

A lo largo de su vida, las empresas familiares afrontan situaciones que pueden poner en grave peligro su continuidad. Son disfuncionalidades que afectan tanto a la familia como a la empresa. Ello se produce, por ejemplo, en el ámbito familiar, cuando hay dificultades para hablar y reflexionar sobre el proyecto común. Si el protocolo es un instrumento muy válido cuando existe armonía y paz familiar, resulta extremadamente complicado acometerlo cuando no se dan estas condiciones. También se produce, en el ámbito de la empresa, cuando una situación como la que estamos viviendo por causa del Covid-19, que está poniendo en grave peligro de continuidad a muchas empresas, y puede traerse aquí como ejemplo, pero también puede haber crisis de otra índole, por ejemplo, financiera, de producto o tecnológica, que exigen recursos que la familia no puede o no quiere aportar, y que agudizan la situación si no se han sentado las bases para una profesionalización y gestión coherentes. En estos casos, la serenidad para abordar un proceso de sucesión suele ser escasa.

Si estas circunstancias surgiesen antes o durante el transcurso de un protocolo de sucesión, tenemos la obligación de buscar soluciones.

En primer lugar, la venta de la empresa familiar. En este supuesto, transmitir la empresa siempre es un proceso complejo, que tiene un componente emocional muy alto, y ha de ser afrontado con paciencia y responsabilidad. Si importante es tomar la decisión, la gestión de venta no es menor.

Decidir en qué momento poner la empresa en venta; en manos de quién nos gustaría dejar el patrimonio familiar y emocional de la familia; cuál es el precio mínimo de la empresa; si existen o no condicionantes para su venta; si se quiere vender la totalidad de la compañía o no, son también aspectos a tener en cuenta.

Otra alternativa es la búsqueda de un equipo directivo ajeno a la familia. Buscar un equipo directivo ajeno a la familia es otra opción que puede ser considerada. Tiene sus ventajas y desventajas. La ventaja: mantener la propiedad de la empresa dentro de la familia; la desventaja: poner en manos ajenas aspectos tan relevantes como la estrategia de la empresa y decisiones que afectan al patrimonio familiar. La definición de un buen esquema de incentivos que motive al equipo directivo, y una adecuada supervisión de la gestión, serán claves para el éxito de esta opción.

Por último, a veces la solución pasa por dar entrada en el capital de la empresa a determinados trabajadores. Premiar a empleados altamente comprometidos, con una participación en la empresa, es otra opción nada despreciable, que incluso en algunos casos puede contar con ventajas fiscales.

Los tiempos que estamos viviendo nos obligan a pensar más que nunca en el futuro y barajar todas las alternativas posibles, e intentar elegir las más adecuadas. Si algo estamos aprendiendo es que dejar las cosas al azar puede resultar muy caro.

Sergio Irurre, director del Dpto. económico de ARPA Abogados Consultores

Artículo publicado en el Diario de Navarra el sábado 13 de junio

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