Por Mamen Ponce de León / Expansión

La antesala del proceso de venta de Fiesta parece haber dejado indicios suficientes para anticipar que el fabricante de caramelos encontrará un nuevo propietario y no desaparecerá. A diferencia de lo que ocurre con otras empresas que entran en liquidación después de pasar por el concurso de acreedores, Fiesta ha generado una enorme expectación en inversores españoles y extranjeros diversos, entre los que hay varios fondos de capital riesgo y también industriales, dispuestos a salvar el negocio.

Desde que en octubre la compañía se viera abocada a iniciar la liquidación –e incluso en los meses previos–, alrededor de 50 aspirantes han trasladado su interés por adquirir Fiesta tanto a los directivos, encabezados por Agustín Fernández, como a la administración concursal, que recae sobre Francisco Vera (del despacho Data Legal). Fuentes del mercado sitúan entre los postores potenciales a Sherpa Capital, un fondo español especializado en turnaround y que desde 2010 ha apostado por empresas como Dogi, Indo o más recientemente Cegasa, que atravesaban una coyuntura de extrema dificultad.

Esa ansia detectada por el traspaso ha resultado una base oportuna para que el administrador concursal decidiera abordar la venta a través de un proceso competitivo distinto al habitual en estos casos. Según explica el propio Vera, habrá una puja «transparente» y donde «no se favorecerá a ningún candidato». Es más, explica que no participará activamente en él, hasta que el procedimiento esté bastante avanzado y hayan sido seleccionadas las cinco mejores propuestas por el notario encargado de supervisar la aplicación web lanzada al efecto.

Antes de alcanzar ese hito, han de superarse varias etapas previas. El pistoletazo de salida a la venta de Fiesta se dará en marzo, una vez aprobado definitivamente el plan de reestructuración que ya está encauzado (y que ha incluido un Expediente de Regulación de Empleo para reducir la plantilla a 124 empleados desde los 140). Durante dos meses, quedará abierto el plazo para recibir las solicitudes de los inversores y acometer las tareas de due diligence.

Mayo y junio serán claves, ya que es entonces cuando los candidatos que sigan interesados en la adquisición deberán formalizar sus ofertas y solo las cinco más altas pasarán a la fase final. Y, por último, en julio, el administrador elegirá de entre este grupo reducido quien es el vencedor y lo comunicará al Juzgado de lo Mercantil número 4 de Madrid, responsable del expediente de liquidación.

A la hora de resolver sobre la propuesta ganadora, serán valorados tres factores: «La solvencia del adquiriente, el proyecto industrial que acompañe a la oferta y la conservación de los contratos, tanto laborales como financieros», apunta Francisco Vera. El objetivo, subrayado una y otra vez por el administrador, es «no vender Fiesta a precio de ganga». Y para garantizar este aspecto, se han establecido unos importes mínimos (calculados sobre la valoración de la compañía) que servirán de punto de partida en la subasta.

Dos ventas en una

La operación de Fiesta plantea, en realidad, dos ventas. El traspaso constará de dos procesos paralelos: de una parte, la venta del negocio principal; y de otra, el activo inmobiliario, que se circunscribe a la fábrica que la empresa tienen en Alcalá de Henares (Madrid). El core business, que aúna la enseña y el canal de distribución y comercialización, ha sido valorado en 12 millones por la administración concursal y tendrá un precio de salida de cinco veces el ebitda previsto para 2015, que todavía no se ha concretado. En 2014, la compañía obtuvo un resultado bruto de explotación (ebitda) de 1,2 millones de euros y unos ingresos por ventas de 18,8 millones. Respecto al traspaso de los bienes de real estate, el mínimo a pagar será de 6,7 millones, que se corresponden con las cargas hipotecarias que pesan en este apartado. El patrimonio inmobiliario se estima en casi 8 millones.

Ambos procesos «no estarán vinculados», añade Vera, y se efectuarán por separado, aunque cabe la posibilidad de que un mismo inversor puje en los dos. Eso sí, el negocio principal y el inmobiliario quedarán asociados por un acuerdo de alquiler ya preestablecido, que deberán respetar los compradores como condición inexcusable y que fija un arrendamiento de 35.000 euros al mes, por un periodo de cinco años (prorrogable hasta los diez) y con una obligación de permanencia de al menos dos años.

Fiesta, que en 2015 celebra su 50 aniversario, sienta así las bases para seguir viva «otros 50 años más», zanja Vera.

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