A pesar del entorno de incertidumbre de los últimos meses y en el que parece que nos vamos a mantener durante cierto tiempo, los fondos de private equity siguen representando un peso relevante en la cartera de los inversores mejor diversificados. Esta confianza en el private equity se debe, entre otras cosas, a que estos fondos ya han demostrado en el pasado su capacidad para gestionar riesgos e identificar oportunidades en momentos adversos, manteniendo retornos consistentes por encima de otras alternativas de inversión. El alineamiento de intereses entre los gestores de los fondos y los inversores finales a través del carry también tiene mucho que ver con ese buen trabajo realizado por las gestoras y la confianza que en ellas depositan los inversores más profesionalizados. En los primeros meses desde la pandemia del coronavirus, los gestores de fondos se han centrado en la gestión de las participadas mediante planes de contingencia, intentando reducir lo máximo posible los impactos de la caída de la demanda debido a las restricciones de movilidad. La gestión de costes, principalmente de personal, gestión del circulante y gestión de la tesorería han centrado la mayor parte de las decisiones.

Una vez superados esos meses iniciales de pura supervivencia, el foco de los gestores de fondos se ha puesto en el estímulo del crecimiento y la gestión a largo plazo de sus participadas, empezando por una revisión del propósito de las compañías para atender mejor las necesidades de sus grupos de interés. Según una encuesta realizada recientemente por KPMG a más de 1.300 CEO antes de marzo y más de 300 durante el verano, el 79% de los primeros ejecutivos ha redefinido o está redefiniendo el propósito de sus empresas para poder hacer frente a los nuevos desafíos sociales y económicos que ha traído consigo la pandemia, y posicionarse mejor ante otros retos que puedan venir como consecuencia del entorno geopolítico. Esa redefinición del propósito de las empresas en general y de las participadas de los fondos en particular incluye cada vez más temas como la digitalización, la gestión del talento, el teletrabajo y la utilización de criterios ESG.

Debido al Covid-19, muchas empresas han necesitado acelerar exponencialmente su proceso de digitalización, transformación digital y capacitación tecnológica para poder mantener o incrementar sus fuentes de ingresos, poder seguir trabajando y compitiendo, o simplemente para poder sobrevivir. Lo que antes era sólo un punto más en la hoja de ruta, ahora se ha convertido en la prioridad absoluta de la mayoría de las empresas. Según el informe de KPMG CEO Outlook 2020, la digitalización se encuentra ahora mismo años por delante de lo esperado en aspectos tales como la experiencia de cliente o el modelo operativo. En muchos casos, los nuevos modelos de negocio digitales también son una fuente adicional de ingresos alternativos a los tradicionales y un trozo de tarta que no se debe ni puede ignorar.

A lo largo de estos meses, la salud de los empleados y la gestión del talento también ha sido una prioridad y lo seguirá siendo a medio y largo plazo. El sostenimiento de las compañías y su diferenciación respecto a la competencia está en gran medida ligada a los conocimientos y capacidades de los profesionales. La generalización del teletrabajo también permite a las empresas acceder a bases más amplias de candidatos y está llevando a los gestores a replantearse sus estrategias de atracción y retención del talento.

El incremento del teletrabajo también está provocando que cada día más compañías se replanteen un uso más racional de las oficinas buscando un difícil equilibrio entre la necesidad de una mínima presencia física que refuerce el espíritu de equipo, mantener tensión comercial y ayudar a que los profesionales más jóvenes se desarrollen rodeados de los profesionales con más experiencia. Por otro lado, la posibilidad de aprovechar el contexto actual para reducir los costes de alquiler de oficinas y fomentar una mejor conciliación de la vida personal con la profesional. Dónde se encuentra ese equilibrio, no tiene una fácil respuesta y depende fundamentalmente del sector, tipo de negocio y de lo fuerte que sea la cultura de empresa. Una organización con cultura débil tendrá más complicado implementar un teletrabajo en sentido amplio sin penalizar otros aspectos críticos del negocio. Los criterios de inversión, ESG incluyendo medidas de buen gobierno y prioridad en políticas medioambientales y sociales, están también claramente en la nueva hoja de ruta de los directivos y de los gestores de fondos de private equity. Solo tenemos que ver la importancia que se está dando a los 140.000 millones de euros de fondos europeos a temas como la educación, desarrollo del mercado de trabajo y fomento del empleo juvenil, y a la “transición verde”.

Más allá de la gestión de participadas, como ya anticipábamos, las gestoras de private equity siguen levantando nuevos fondos, más grandes o más especializados, y continúan protagonizando parte de las transacciones más importantes del mercado. Desde el verano hemos podido observar cómo se ha ido reactivando el mercado de transacciones, con el cierre de grandes operaciones como Rovensa por parte de Partners, Neuraxpharm por parte de Permira o Idealista por parte de EQT. Y otras de menor tamaño como Freepik, GTT, Papresa, Rotecna o Iberfrasa. Además, la OPA lanzada por KKR, Cinven y Providence sobre Másmovil sigue demostrando el interés de los fondos en realizar operaciones Public to Private (PtoP) y buscar oportunidades entre las empresas cotizadas españolas, aprovechando en muchos casos el castigo de los mercados a las valoraciones.

En los próximos meses vamos a seguir viendo este relanzamiento de las transacciones empujadas por los gestores. Los fondos no pueden permitirse no aprovechar la liquidez del mercado o las caídas de valoraciones y, no podemos olvidar, necesitan que la rueda de inversión-desinversión siga girando. De todas formas, a corto plazo los comités de inversión de los fondos van a seguir muy atentos al fin de la pandemia, el retorno de la confianza de los consumidores y los mercados, y la evolución de algunos otros factores geopolíticos que añaden incertidumbre: las elecciones en Estados Unidos, el proceso de Brexit, y el reparto y utilización de los fondos europeos.

Por José Francisco González-Aller Socio responsable de Private Equity de KPMG en España.

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