Por Piergiorgio M. Sandri / La Vanguardia

Sus tentáculos se extienden a cualquier sector o país del mundo. Intenten buscar sus nombres: encontrarán siglas crípticas o nombres de personajes mitológicos. Controlan el capital de muchas empresas. Cada vez más. Están en sus consejos de administración. Fijan directrices. Y, una vez cumplidos con sus objetivos, se van con los bolsillos llenos.

Los fondos de capital riesgo o privado (private equity, en inglés) tienen una influencia creciente. Para que se tenga una idea, en EE.UU. una de cada cuatro empresas de tamaño mediano cuenta con un fondo de este tipo en su accionariado. En el 2000 solo era el 8%. Ya gestionan más de 2,5 billones de euros en todo el mundo. “El capital riesgo ha pasado de las contraportadas de las revistas financieras a las portadas de los principales periódicos”, dijo Stephen A. Schwarzman, consejero delegado de Blackstone.

Como noticia destacada, esta semana semana TPG adquirió la mayoría del Cirque du Soleil. Pero hoy los fondos mandan en un abanico variado de empresas: Burger King, Nabisco, Valentino, Toys R US, Samsonite, Hertz.. Hasta clubes de fútbol: el mítico Milan de Berlusconi puede ser el próximo en caer, en manos de un fondo tailandés.

Ignasi Costas es socio del bufete RCD, que ocupa la primera posición en el ranking de asesores jurídicos por número de transacciones en Private Equity en el mercado ibérico, según datos de TTR. “Llevamos más de una década asesorando en rondas de financiación, y en 2014 observamos un aumento notable de la inversión. Se habla de punto de inflexión. Este aumento se explica por la mejor coyuntura económica: se asume un mayor riesgo porque hay buenas expectativas. Sectores innovadores como la tecnología y la biotecnología están atrayendo los inversores”.

¿Cómo funcionan estos fondos? Suelen contar con un grupo de socios que gestionan dinero de terceros con la vocación de invertir en proyectos empresariales que les den rentabilidad suficiente para compensar el riesgo. La coyuntura actual es propicia porque las compañías están más baratas que antes de la crisis. En 2007 se valoraban en promedio las empresas 13 veces su beneficio bruto. Ahora, no sólo las ganancias han bajado sino que la proporción es de seis o siete veces. Y esto explica el creciente apetito de los fondos para tomar posiciones y sentarse en el banquete.

El capital riesgo suele escoger empresas no cotizadas, con cierta madurez. Aquellas donde el fundador quiere jubilarse o quiere dar el salto y precisa capital, sin recurrir más al endeudamiento. Sus inversores inmovilizan dinero durante un periodo medio de 10 años (o algo menos). El objetivo es sanear las firmas, aumentar su valor y luego venderlas o sacarlas a bolsa.

La práctica indica que el fondo retribuye a sus accionistas entre el 15 y el 20% del capital aportado cada año. En un horizonte de diez años, el retorno al neto de las comisiones, superó a la rentabilidad del índice bursátil S&P 500 del 5,9%. No está nada mal. Y no es todo: cuando el fondo deja la compañía, las plusvalías que se obtengan tienen un tratamiento fiscal privilegiado (en España, sin ir más lejos, no tributan, porque hay una bonificación del 99%. Luke Johnson, de Risk Capital Partners, considera que la elevada remuneración es el precio por asumir el riesgo y por el esfuerzo. “Buscar y gestionar estas grandes inversiones privadas es difícil. Las empresas decentes son raras, la competencia es feroz y toda la ingeniería financiera que se podía hacer ya se ha hecho”.

Pues bien, la jugada está saliendo bien. Porque los inversores hoy por hoy son cada vez más ricos. El 2014 fue un año récord, en lo que se refiere a salidas de las empresas. Nunca antes los fondos habían conseguido tantas ganancias, gracias a colocaciones en bolsa, ventas a otros fondos u compañías. “En los últimos cuatro años los socios han recibido más dinero del que han invertido”, señala Álvaro Pieres socio responsable del área de Capital Riesgo en España de Bain & Co.

El alza bursátil y la mejora de los indicadores fundamentales de las compañías ha hecho que los números hayan salido redondos. Con tantos bolsillos llenos, en el futuro se van a constituir más fondos con cada vez más capacidad de compra. Según la consultora Preqin, hay 1,1 billones de euros de capital sediento. Y el tamaño medio de los fondos ha alcanzado un nuevo récord: 500 millones de euros.

Así que mejor que se vayan familiarizando con sus nombres; Blackstone, TPG, Carlyle, CVC, Apollo... por mencionar a los más cotizados. No son conocidos por el gran público. Pero mandan mucho y lo harán más. Y despiertan cierta inquietud.

Se les reprocha, entre otras cosas, escasa transparencia. El equipo gestor es quién suele dar la cara pero los fondos se alimentan con aportaciones muy diversas: fondos soberanos, fondos de pensiones, familias acaudaladas, bancos, instituciones públicas... El origen del fondo es claramente identificable, pero la procedencia del capital es global.

Tal vez por ello no son inmunes a críticas. Hay quién los considera como “peligrosos depredadores”. John Monks, secretario general de la Confederación Sindical Europea, los tachó una vez como “los animales más salvajes de la jungla. Los gestores de fondos se hacen ricos, mientras se pierden buenos trabajos y las compañías con solera desaparecen”. Mitt Romney, que aspiró a la Casa Blanca, montó un fondo de capital privado y acumuló una fortuna, Newt Gingrich, su rival dijo sin tapujos que “las empresas de capital riesgo son “explotadoras” .

Daniel Sánchez, socio de Nauta, firma de venture capital y miembro de la Asociación Europea de Capital Riesgo, explica que se tiende a confundir el capital riesgo con fondos más especulativos o que invierten en embriones de empresas . “Nosotros valoramos el futuro y el proyecto empresarial de pequeñas start-up, lideradas por sus fundadores. El capital privado, en cambio, se fija más en la rentabilidad histórica y la gestión es más compartida.

“En ningún caso un fondo de capital privado entra en una empresa para sustituir o reemplazar el consejo de administración. Sólo quieren fomentar la internacionalización de la compañía y fortalecer su capital”, asegura Pires. “Si los fondos se limitan a actividades de reestructuración financiera, lo que implica casi siempre la reducción de patrimonio neto para sanear el balance, esto tiene un valor social bastante dudoso. Pero si mejoran la gestión contribuyen a reforzar la compañía”, dijo Richard J. Herring, profesor de finanzas en la Universidad de Wharton.

Los grandes gestores rechazan las críticas. Ziad Abdelnour, presidente de Blackhawk Partners, dice que en ningún caso su estrategia va en contra del empresario. “Los inversores de capital privado ganan dinero sólo si el valor de su empresa aumenta. Si los inversores ganan, el empresario gana”. Ellos ganan seguro.

La incógnita del empleo

Se acusa a estos fondos de que, para asegurar la viabilidad de la compañía, reducen aquellas inver­siones consideradas no estratégi­cas. Y que también pueden ajustar plantillas, con vistas a mejorar la productividad. Tienen una fama, en este sentido, de job killers , destructores de empleo. ¿Temor justificado? Un estudio, Private equity em­ployment ,llevado a cabo de forma conjunta por la Universidad de Harvard y de Chicago (EE.UU.) y presentado en el Foro Económico de Davos, sin embargo, ha relativi­zado mucho el fenómeno. Tras analizar 3.200 empresas involucra­das en transacciones de capital a lo largo de 25 años, descubrieron que “ el empleo cayó a los dos años de la adquisición un 3% y un 6 % a lo largo de cinco años. Pero las empresas, al cabo de un tiempo, también crean mayor número de puestos de trabajo en compañías nuevas y al comprar y vender divisiones. Al final, las perdidas netas relativas son inferiores a un 1% del nivel de empleo inicial”.

Manuel Romera, Director del Sector Financiero de IE Business School, cree que estos datos permi­ten romper los tópicos sobre este tipo de empresas. “ Si se echa a gente significa que no había alter­nativa. Sin capital riesgo la compa­ñía el empresario habría hecho igualmente. Hay mucha leyenda. Estos fondos se dedican a ahorrar y administrar patrimonio. Y no es verdad que sean poco transparen­tes. Hay gente que ha invertido su dinero y que miran la evolución que tiene su participación”, asegura este experto, que distingue estos fondos de aquellos más especulati­vos. “ Los piratas son otra cosa. Aquí no se ahorca a nadie”, bromea.

Vuelta a las operaciones ( Por Conchi Lafraya / La Vanguardia )

Tras años de pasividad, los fondos regresan con apetito inversor a España. Buscan empresas de todos los tamaños para adquirirlas o inyectar capital

Tras años de gloria an­tes de la crisis, el capi­tal riesgo ha sufrido su propio calvario du­rante la recesión. En los últimos años se produjo la tormenta perfecta para que al­gunos fondos no captasen re­cursos nuevos de sus inverso­res, otras firmas tuvieron que esforzarse en acompañar a sus compañías participadas para que sobreviviesen y creciesen, la mayor parte de las veces sal­tando al extranjero. E incluso, algunas compañías han des­aparecido del panorama espa­ñol. Es el caso del fondo britá­nico Apax, que echó el cerrojo para siempre, o el grupo 3i que está en el punto de hacer las maletas.

El año 2014 representa un ejercicio de inflexión para el sector. Volvió la inversión, las operaciones, las desinversio­nes y los fondos fueron capaces de captar nuevos recursos. El pasado ejercicio, en el 2014, el sector realizó más de 460 ope­raciones en España cuyas in­versiones ascendieron a 3 .400 millones, un 30% más que el ejercicio anterior. Las desin­versiones se multiplicaron por tres, hasta 4.666 millones. Y las sociedades lograron levantar fondos por valor de 4.300 mi­llones, casi un 90% más que só­ lo un ejercicio antes.

Ahora, de nuevo, vuelven a saltar a la palestra transaccio­nes de calado. Esta misma se­mana se supo que el Cirque du Soleil ha acabado en manos de un fondo de inversión o el fon­do británico Permira vendió los congelados Iglo por 2.600 millones a dos magnates. Y si­guen trascendiendo operacio­nes cuyos nombres son conoci­dos. Bien en el ámbito interna­cional, bien en el doméstico. Con operaciones de todos los tamaños y de distintos secto­res. En España, por ejemplo, el empresario Juan Abelló y los fondos KKR y Proa Capital han puesto a la venta su participa­ción del 49% en la gestora de aparcamientos y centros logís­ticos Saba Infraestructuras. O el fondo CVC sopesa sacar a bolsa el grupo sanitario IDC Quirón hacia finales de año.

Además, instituciones pú­blicas como el ICO o el CDTI están lanzando programas pa­ra constituir fondos, con el ob­jetivo de promover compras y apoyar a empresas, sobre todo a pymes, para que logren fi­nanciación. El ICO ha compro­metido 755 millones para in­vertir unos 2.500 millones, pe­ro esa iniciativa de la Administración ha conseguido movilizar unos 9.300 millones porque se han montado vehículos inversores captando recursos de otros inversores internacionales.

Según el presidente de la pa­tronal, Ascri, Javier Ulecia, “ exis­ten unos 100 fondos operativos en España, de los cuales unos 50 son de private equity (grandes operaciones), unos 25 de venture capital (operaciones medianas) y otros 25 fondos son de tamaño más pequeño o locales.

La diferencia entre las firmas de private equity y las de venture capital es que las primeras siguen protagonizando operaciones más generalistas, en las que sustitu­yen al accionariado al comprar buena parte del capital. Por el contrario, las de venture capital hacen operaciones más sectoria­les y, habitualmente, se dedican a inyectar capital mediante am­pliaciones de capital y mante­niendo del equipo directivo.

Del total de las inversiones, un 10% (unos 300 millones) los han protagonizado las firmas de ven­ture capital. Este segmento del mercado invierte habitualmente en cuatro sectores: internet, bio­tecnología, tecnología y renova­bles o industrial. Una muestra de que las firmas que protagonizan operaciones de menor tamaño van tomando fuerza es que la patronal, Ascri, está por primera vez en 30 años presidida por una firma de ventu­re capital .

No obstante, las grandes ope­raciones las siguen protagonizan­do fondos internacionales. De lo invertido el año pasado en Espa­ña, un 80% fueron grandes ope­raciones. Cuarenta y dos de las grandes operaciones las protago­nizaron fondos internacionales y 18 de ellos era la primera vez que invertían en España.

Algunos han llegado para que­darse. Es el caso de KKR, que abrió oficina, los suizos Esprint Water, los alemanes Aurelius o los franceses MBO Partners. Son nombres que llevan meses sonde­ando el mercado y pronto prota­gonizarán grandes titulares. Bus­can oportunidades por todo el mundo y sus casas matrices les han dado órdenes de buscar com­pañías atractivas en España.

Así pues, competirán con fon­dos soberanos, fondos inmobilia­rios y family office por buscar compañías atractivas. Una alter­nativa a la financiación bancaria que siempre estuvo ahí, pero que vuelve a tomar fuerza.

Firmas extranjeras a la caza

Vuelven las grandes operaciones. Los fondos extranjeros estudian el mercado de España a la caza de chollos. Buscan empresas de prestigio, con marca, conocidas y sobre todo rentables. Su objetivo es el de siempre: hacerles crecer para revenderlas a un industrial, sacarlas a bolsa o incluso darle el pase a otro fondo de inversión para que le inyecte más capital. El año pasado, aunque el 90% fueron operaciones de menos de cinco millones, lo que evidencia que las receptoras de capital riesgo fueron sobre todo las pymes españolas, han vuelto a España las grandes operacio­nes, realizadas todas ellas por fondos de capital riesgo internacional.

IDC­ Quirón y Deoleo por CVC, Desigual por Eurazeo, Gas Natural Fenosa por Cin­ven, Port Aventura y Telepizza por KKR, Bizkaia Energía por Arclight Capital, Goldcar por Investindustrial o Savera por Partners Group. Estas nueve opera­ciones representan el 62% del volumen invertido.

El middle market (operaciones entre 10 y 100 millones) se dinamizó: prota­gonizaron 31 operaciones en el año (un 6,8% del número de operaciones), con una inversión de 723,4 millones (un 24% del volumen). Entre las operacio­nes más destacadas en este segmento sobresalen Nace por Magnum, Petro­corner por JZ Capital y Avenue Capital, Acciona, OHL Concesiones, South East UP Power y Tradebe Environmental por Cofides, Scytl por Vulcan Capital, indus­trias Dolz por Realza Capital y La Sirena por OpCapita.

El capital expansión representó el 63,5% del total, con un volumen de inversión cercano a los 1.000 millones. Por último, entre las operaciones de venture destacan algunas como Pac­kling yTicketbis por Active Venture Partners, Maxi Mobility Spain por Seaya Ventures, Mecwins por Cross Road Biotech, Job and Talent por Qualitas Equity Partners, iYogi por Axon Partners Group, Kala Farma por Ysios Capital Partners o Aba English por Nauta Capital. Sea como sea, el capital riesgo ha sobrevivido a la crisis y vuelve a la carga, pero con endeudamientos inferiores a los de los años de locura. La banca no está para bromas.

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