A cualquier inversor hoy en día le costaría imaginarse un mundo sin cuentas financieras, sin un estándar para presentar el rendimiento y la solvencia de una compañía. Pero eso es exactamente lo que pasaba antes de los años treinta: cada compañía reportaba resultados utilizando sus propios criterios contables, que muchas veces iluminaban la compañía con la mejor luz posible. Esta información asimétrica y sin controles no conducía a una buena toma de decisiones para un inversor bursátil y frenaba al desarrollo de los mercados de capitales.

El crash bursátil de 1929 significó un antes y un después para la economía mundial y, especialmente, para la economía estadounidense, inmersa en una larga etapa de depresión económica con alto nivel de desempleo por todo el país. La fe en los mercados estaba por los suelos y el gobierno de su época decidió crear la Securities and Exchange Commission (SEC) para regular la práctica financiera. A su vez, la SEC pidió al American Institute of Accountants revisar los estados financieros históricos para crear un único estándar para todas las compañías. Así se gestaron los Generally-Accepted Accouting Principles, o GAAP, a principios de los años 30.

A pesar de tener muchos detractores iniciales que clamaban la intromisión del gobierno y la imposibilidad de la empresa, el desarrollo de las GAAP aportó transparencia y permitió la comparación del rendimiento económico entre compañías. Sobre los fundamentos del GAAP se rediseñaron muchas otras acciones y teorías financieras y se evolucionó el sistema impositivo sobre corporaciones para, por ejemplo, grabar más aquellas que más ganan o dar incentivos a las que están empezando. Se desarrollaron las teorías de portafolio moderno utilizando el concepto de diversificación para maximizar el retorno para un cierto nivel de riesgo y dejaron grabado el binomio riesgo-rentabilidad en la mente de todo inversor. Si bien es cierto que estas normas contables han precisado revisiones a la luz de grandes irregularidades que explotaban el sistema (como es el caso de Enron o Worldcom), los GAAP han sido la piedra angular para la eclosión de los mercados financieros globales tal como los entendemos hoy en día.

Estándares para una contabilidad de impacto

“En un curioso paralelismo con los años veinte del siglo pasado, nos encontramos ahora en una tesitura parecida con el impacto”, explica Marc Sabas, nuestro investment director. A pesar de la invaluable labor de entidades como el Global Reporting Initiative (GRI), el Impact Management Project (IMP), la Sustainability Accounting Standards Board (SASB) o B-Corp para mostrar y medir el impacto de la actividad económica de una empresa, “cada compañía reporta el impacto de sus operaciones de una manera subjetiva y parcial, sin un común denominador entre todas ellas. Esto dificulta la acción contra el impact washing, es decir, evitar que una empresa declare realizar un beneficio social o medioambiental concreto que no existe o evite hablar de otros impactos negativos”, remarca Sabas.

Afortunadamente, hay varios actores clave que están trabajando en solucionar esto. En los últimos meses, Sir Ronald Cohen, el padre de la revolución del impacto y actualmente Chairman del Global Steering Group for Impact Investment, está trabajando con el Profesor George Serafeim de Harvard Business School en desarrollar una metodología contable estándar para la medición del impacto, Impact-Weighted Accounting (IWA).

El IWA se basa en utilizar unas ponderaciones o coeficientes de impacto sobre cada línea de las cuentas de una organización, especialmente la cuenta de Pérdidas y Ganancias y el Activo en el Balance, para reflejar el valor económico del impacto. El impacto se puede agrupar en tres vertientes: producción, medioambiente y empleo. “Utilizando datos disponibles públicamente, IWA traduce el impacto social y medioambiental en unidades monetarias comparables y útiles para la toma de decisiones que los responsables de las empresas y los inversores pueden comprender intuitivamente. El IWA muestra el desempeño financiero y de impacto en las mismas cuentas, lo que permite el uso de herramientas de análisis financiero y comercial existentes para evaluar el desempeño corporativo”, explica Alicia Rubí, CFA, partner en Attalea Partners, en su artículo Impact-Weighted Accounting: The Missing Ingredient?.

Esos coeficientes los marcaría el comité de contabilidad de impacto que establezca los Generally-Accepted Impact Principles (GAIP), en paralelo al GAAP. “Esto permitirá a las compañías publicar unas cuentas ponderadas por impacto, tal y como ahora hace con sus cuentas financieras, midiendo el impacto y el rendimiento de una manera familiar a la que ya estamos acostumbrados”, asegura Juliana Cadavid, nuestra Impact Manager. Para cuantificar actividades específicas y ponerlas en común en un factor de ponderación, IWA se basa en metodologías ya desarrolladas por organismos como el GRI o SASB.

A pesar de ser una metodología incipiente e imperfecta, lo importante es que se empiece a medir y a reportar el impacto para que evolucione nuestra manera de interactuar y de tomar decisiones. “Volviendo al paralelismo con los años 20 del siglo pasado, se trata de pasar de una contabilidad para los shareholders a una contabilidad para los stakeholders. Emerge una nueva definición de rendimiento, no solo económico sino de impacto tangible y medible”, enfatiza Marc Sabas.

¿Por qué medir es relevante para un inversor?

“Medir económicamente el impacto total de una empresa aporta transparencia y capacidad de comparación con otras”, insiste Juliana Cadavid. Pero, ¿por qué esto es relevante para un inversor? Porque cada vez hay más estudios que evidencian la correlación entre la percepción positiva del impacto de una empresa y su mayor múltiplo de valoración respecto a otros competidores con peor percepción. Larry Fink, el CEO de Blackrock, el mayor gestor de activos financieros a nivel mundial, declaró en su carta anual del 2020 que el cambio climático está causando un cambio transformativo hacia inversiones sostenibles y remarcaba que no se puede cambiar lo que no se mide.

“GAIP, u otra metodología en esta línea, permitirá demostrar qué empresas destacan y cuáles están rezagadas en su impacto, lo que tendrá consecuencias muy relevantes para los gestores de capital, para los gobiernos y para la sociedad en general”, recuerda nuestro investment director. Los gestores de capital pueden empezar a aplicar las teorías de portafolio moderno para maximizar el retorno financiero y el impacto por un cierto nivel de riesgo dado. Los gobiernos se percatarán que la información sobre impacto es sensible y debe tenerse en cuenta. Los reguladores como la SEC, en EEUU, o la CNMV, en España, tendrán que incorporar el impacto en su labor. A nivel impositivo, ya se podrá grabar a aquellas compañías que más dañen a la sociedad o al medioambiente sin que todos paguemos las consecuencias de malas prácticas empresariales.

Sir Ronald Cohen afirma que la transparencia es el nuevo derecho humano. La estandarización y medición económica del impacto creará muchas oportunidades para el tejido empresarial futuro, pero, sobre todo, ofrecerá una clara manera para conseguir los objetivos que los gobiernos se han marcado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y potenciar las áreas de la sociedad más importantes, como la creación de empleo de calidad y el apoyo a áreas no cubiertas por el sector público. Desde Ship2B Ventures, aplaudimos el desarrollo de GAIP y esperamos poder utilizar pronto esta herramienta (u otra similar) para el análisis del impacto total de las compañías.

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