Por Liam Denning / Expansion

A pesar de toda la información existente y de todas las previsiones y recomendaciones de los analistas, comprar acciones de una compañía cotizada conlleva un riesgo. Así que imaginen el riesgo que conlleva acudir a la salida a Bolsa de una compañía nueva de la que se dispone de muy poca información.

Eso es lo que está sucediendo ahora. El fabricante de smartphones chino Xiaomi ha conseguido recientemente en su opv 1.100 millones de dólares y su valoración asciende a más de 46.000 millones de dólares, mientras que la compañía de taxis privados Uber Technologies consiguió nueva financiación en diciembre que la valora en 41.000 millones de dólares. La valoración de ambas compañías supera la capitalización de mercado del 75% de las compañías del índice S&P 500.

En teoría, las valoraciones de estas start-ups solamente tienen importancia para sus fundadores y empleados y para los inversores de capital riesgo; los pequeños inversores apenas tienen información real sobre ellas.

El capital riesgo y otros expertos habitualmente hacen análisis exhaustivos de estas empresas, pero sus valoraciones se basan en aspectos distintos de los habituales, ya que tienen en cuenta también el momento en que venderán sus acciones y el dinero que necesitan las start-ups para seguir expandiéndose. Y por supuesto pueden equivocarse.

Pero debido a que actualmente los inversores quieren obtener rentabilidades altas porque los tipos de interés son muy bajos, ha fluido una gran cantidad de dinero a activos de alto riesgo. En los nueve primeros meses de 2014 se invirtieron casi 24.000 millones de dólares en fondos de capital riesgo estadounidenses, más que en los 12 meses de los cinco años anteriores; es decir, 2014 fue el año de mayor inversión en el sector de capital riesgo desde antes de la crisis financiera. Esto conlleva un gran riesgo, porque cuando estas compañías salen a Bolsa el precio de salida de sus acciones se basa en estas valoraciones elevadas.

Las opv permiten a las compañías jóvenes conseguir dinero para expandirse y también reportan beneficios a los primeros inversores, pero los inversores particulares deben ser prudentes a la hora de invertir en ellas cuando salen a Bolsa, porque no tienen mucha información fidedigna y además no suelen poder comprar las acciones al precio de salida, sino que tienen que adquirirlas en el mercado abierto, por lo que suelen tener menos beneficios e incluso pérdidas.

Como media, en el periodo 1995-2013, los inversores que compraron acciones en opv estadounidenses al precio de salida inicial consiguieron unos beneficios 17,2% puntos porcentuales mayores que los que las compraron al cierre del primer día de cotización, según datos de Dealogic, aunque hay grandes variaciones. Por ejemplo, en 1998, en la época de la burbuja tecnológica, los primeros compradores consiguieron unos beneficios del 33%, mientras que los que compraron acciones al cierre del primer día de la opv sufrieron pérdidas por término medio.

La situación de las opv realizadas en 2014 aún no se puede analizar en su totalidad porque todavía no ha transcurrido un año, pero los datos preliminares muestran que como media los beneficios fueron del 19% para los primeros inversores y del 6% para el resto. Esto se debe en parte a que las acciones suelen bajar cuando directivos de estas empresas venden grandes paquetes de acciones pocos meses después de las opv.

La cuestión crucial es que las elevadas valoraciones antes de las opv hacen que los precios de salida a Bolsa sean muy altos. Estas valoraciones son tentadoras, pero pueden constituir realmente un espejismo para los inversores particulares.

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