Por Sergio Saiz / Expansión

EQT era prácticamente un fondo desconocido en España hasta que fusionó en agosto su participada Parkia con Mutuapark (de Mutua Madrileña), dando lugar al tercer operador de aparcamientos subterráneos. Hace unas semanas, la firma volvió a escena anunciando la adquisición de la compañía de cable submarino de fibra óptica IslaLink. “Cuando hacemos una operación, nuestro enfoque es a largo plazo”, asegura el presidente de EQT, Conni Jonsson, en una entrevista con EXPANSIÓN. El directivo explica que su objetivo es realizar, como mínimo, dos adquisiciones al año en España, con un valor de entre 50 y 150 millones de euros.

EQT tiene capacidad para realizar operaciones de hasta 3.000 millones, pero la prudencia es una de sus señas de identidad. La firma ha levantado hasta 17 fondos diferentes por un valor de 22.000 millones. Sin embargo, Jonsson explica que su filosofía de inversión dista mucho de la del capital riesgo tradicional. El motivo principal es que EQT, en el que participan más de 300 inversores institucionales, está a caballo entre un fondo de capital riesgo al uso y un family office, ya que cuenta con el respaldo de la familia Wallenberg, una de las más influyentes de Suecia. “Tenemos una orientación más comercial y enfocada al negocio que un family office, aunque compartimos con esta figura que contamos con el respaldo de una familia inversora, que cuida de su nombre y de su reputación”, dice. “Al igual que cuando adquirimos una compañía, cuando decidimos empezar a invertir en deuda, lo hicimos con el compromiso de que no haríamos nada que dañara su reputación. Eso significa que, independientemente de dónde invirtamos, lo hacemos bajo los más estrictos principios éticos”, asegura.

Nueva tendencia

Par Jonsson, se trata de aprender de los errores. “EQT no está sólo en esta tendencia de inversión responsable; los fondos americanos, por ejemplo, están muy abiertos a este modelo”. Hablar de sostenibilidad y de buen gobierno corporativo no es sólo una cuestión de imagen. “No lo hacemos sólo porque sea social o políticamente correcto, sino también porque es positivo para el desarrollo de los negocios”, recalca.

La estrategia parece dar resultado, ya que, de las 120 inversiones que ha protagonizado, no ha perdido en ninguna compañía, más bien todo lo contrario. De media, durante su mandato, las ventas de sus participadas suben un 8% y el empleo crece un 10%. El retorno que reciben sus inversores es de doble dígito. “Existe la creencia de que el capital riesgo llega, reestructura, vende y sólo presta atención a la rentabilidad”. Sin embargo, “si compramos una compañía, es para invertir en ella y que el negocio evolucione bien. Es la clave del éxito”, ya que así, cuando llega el momento de vender, el comprador está dispuesto a pagar un precio superior. Por eso, “la gente que invierte con nosotros, entiende y aprecia nuestro modelo y las diferencias que existen con otras firmas de capital riesgo”.

Además, gracias a esta filosofía, pueden fijarse en sectores que, a priori, son menos atractivos para otros fondos: “No tenemos miedo de entrar en sectores regulados, porque nuestra política de inversión tiene una visión a largo plazo, es muy transparente y se apoya en el buen gobierno corporativo”.

En España, no descarta ningún mercado, aunque Jonsson ve especialmente atractivo el sector de las infraestructuras, para el que cuenta con un fondo con cerca de 2.000 millones.

La ‘troika’

Una de las grandes novedades de EQT frente a otras firmas tradicionales de capital riesgo es su apuesta por la inversión responsable, basada en el buen gobierno. Cuando adquieren una compañía, establecen un sistema llamado troika, una especie de grupo asesor en el que participa EQT que da total libertad al consejo de la participada, en el que sientan a directivos con perfil industrial. También ofrecen puestos a los sindicatos.

Una saga de banqueros

El fondo EQT es uno de los vehículos de inversión de los Wallenberg, una de las familias más influyentes y adineradas de Suecia. Su historia se remonta a mediados del siglo XIX, cuando Oscar Wallenberg fundó el Stockholms Enskilda Bank. Las generaciones posteriores ampliaron el imperio financiero constituyendo nuevas entidades que luego fusionarían para crear un gran grupo bancario. Con el tiempo, la familia fue diversificando sus inversiones, liderando la reconversión industrial y económica de Suecia en el siglo XX. Entre
otras compañías, participaron, por ejemplo, en la fundación de Ericsson, pero sus intereses han abarcado desde el sector minero hasta el automovilístico.

Los Wallenberg siempre han destacado como banqueros e industriales, aunque también han tenido una importante proyección política, ocupando carteras ministeriales o representando a su país como diplomáticos por todo el mundo. Fundadores de la Escuela de Economía de Estocolmo, actualmente mantienen importantes participaciones en empresas cotizadas, además de controlar el Skandinaviska Enskilda Banken.

Fuente: Expansión

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